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exhibiciones
Chiachio & Giannone
ENTRE LA LUNA Y EL SOL
hasta el sábado 29 de agosto
Un conjunto de obras resueltas con materiales diversos, pero en las que predominan el bordado sobre tela, en una temática desbordante de colores y formas componen esta muestra.
M.S. Dansey escribe refiriéndose a esta exposición:
“Recorro el rostro como si lo acariciara, me deslizo sin prisa sobre la superficie lustrosa de los hilos de seda. Las facciones del ser amado, que para otros son un simple dato, para el amante son algo así como una casa, un refugio donde descansar, donde perder la memoria.
Leo Chiacchio (Buenos Aires, 1969) y Daniel Giannone (Córdoba, 1964) se conocieron en una fiesta, en la casa de un amigo, hace poco más de doce años. Podría no haber sido, pero fue. Porque sí, como sucede con las cosas verdaderas. Ungidos por la penumbra del balcón, se besaron. Desde entonces viven y trabajan juntos. La primera obra a cuatro manos fue un colchón bordado con la imagen de los dos durmiendo arrobados por un coro de ranas de plástico.
Los dedos se mueven mecánicamente con el televisor de fondo. Los asistentes charlan y bordan, bordan y charlan. Pasan los amigos, se quedan. Del horno sale un budín de zanahoria, miel y almendras, las tazas pasan de mano en mano. Los días son una fiesta donde se come, se ríe y se escucha con las mismas ganas. Y en las horas silenciosas de la noche, ellos siguen solos un rato más, con la aguja y el aro. Las puntadas encadenan un presente continuo. De manera imprescindible, las imágenes van llegando. Sobre un campo sembrado de menta y manzanilla surgen árboles geniales donde anidan pájaros y monos. Caminando entre la luna y el sol, van los artistas artesanos.
Frente al minimalismo severo de sus contemporáneos ellos confieren su labor a la complejidad y la exuberancia. Valen todos los recursos: sábanas viejas, telas sintéticas impresas, pañuelos almidonados, los puntos que Daniel aprendió en el colegio, los que les enseñaron las bordadoras, los que ellos inventaron. Motivos y estilos discordantes se entrelazan en una irreverencia ecléctica nunca imaginada. Las figuras son ganadas por la geografía emocional del género que deviene mapa donde vagar a piacere: al final de una extensa planicie se alborotan coloridos matorrales, una catarata de espuma dorada fluye sobre un camino que separa cielos y mares. No hay lugar para el error en el transcurrir orgánico del goce.
Juntos somos mejores. Guiados por el optimismo que solo confiere el amor, avanzamos sin juicio y sin miedo hacia lo inesperado. Todo vale. Transformados a la luz de un gran todo, nuestros héroes se levantan soberanos, bellos como el abismo, misteriosos como el alba. Todo amor, dicen, es una despedida insuficiente. Pero si acaso también este intento fuese condenado al olvido, como el árbol que cae en el monte y no ruge su ocaso si no hay alguien para escucharlo; nosotros somos testigos, acá estamos.”

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Julio Parada Seifert
UNA VENTANA AL CAMPO
desde el 26 de agosto
Un conjunto de pinturas al óleo con temática costumbrista que reflejan el paisaje y el quehacer del hombre de campo ofrecerá Julio Parada Seifert a consideración del público, y quien además estará pintando en el Museo.
El Prof. Marcelo Fernandez, Delegado de la Academia Nacional de Bellas Artes por la provincia de Corrientes, ser refiere a la obra del artista:
“Me ha llamado la atención que un pintor casi correntino, que ha pasado la mayor parte de su vida fuera de la provincia, no obstante, haya dedicado su obra artística a reflejar ese paisaje local. Representa una actitud digna de destacar, como asimismo la de quienes promovieron la muestra en un sitio consagrado como nuestro Museo.
Como se sabe el reflejo del paisaje de Corrientes nos remite automáticamente a quienes fueron sus máximos exponentes, desde Negro, Ballerini, Castagnino y otros, hasta Gómez Morilla, Longa, de la Vega actualmente, razón por la que una presencia novedosa en esa línea –fielmente impresionista- no deja de constituir un compromiso y un desafío para todo artista. Su éxito estará relacionado solo con su talento antes que con su altruismo”.
Para Fernández las obras expuestas son poseedoras de una “composición y colorido adecuado para reflejar el atrapante paisaje correntino, el bucolismo de sus poblados y la meticulosa representación de sus protagonistas característicos, se trate de campesinos como de animales (los prefiere de raza) que pacen en el dilatado verdor y recurrentes bañados de sus campos. Como si Parada Seifert hubiera asumido a la distancia, de manera autodidacta, la herencia estática de sus antecesores provincianos. Un mensaje plástico verdaderamente reconfortante.
Julio Parada Seifert nace en Buenos Aires en 1961. Su infancia transcurre en la localidad de Tabay, provincia de Corrientes, en la Estancia Caraí Pujol.
Lleva a cabo sus primeras exposiciones en peñas y restaurantes. Posteriormente expone en el castillo “La Raquel”, Castelli, provincia de Buenos Aires, durante tres temporadas veraniegas, instalándose en la Estancia Bella Vista, propiedad de Ines Guerrero de Llobet. A continuación realiza dos muestras en la Casa de la provincia de Corrientes en Buenos Aires. Expone posteriormente en el Centro Cultural Adolfo Mors de la ciudad de Corrientes, auspiciado por la Legislatura provincial, muestra declarada de interés provincial y municipal.
Expone en el Honorable Concejo Deliberante de San Isidro y en La Rural de Palermo. Es invitado por el embajador de Rumania en Argentina para realizar una muestra itinerante por las embajadas rumanas en Europa.
Diseña cuatro juegos de naipes criollos, de los cuales dos son editados por él mismo.
En sus obras no hay modelos vivos ni fotográficos, surgen todas de su profundo conocimiento de la temática criolla costumbrista, de recuerdos que quedaron grabados en su memoria, de amaneceres correntinos, de atardeceres bonaerenses, de noches de luna, de días tormentosos. Los bajos, las lagunas, los esteros y los caminos recorridos son una ventana al campo argentino.

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